jueves, 27 de octubre de 2011

Circulos Literarios. La Pesadilla

Voy a empezar con una mala opinión y luego, como suele suceder en la literatura, trataré de enmendar el error y darle un final feliz

Los grupos literarios son terriblemente angustiantes y pobremente satisfactorios. En Chile trabajé con varios y muchos de ellos terminaban en disputa. Disputas que no tiene que ver con la literatura. En México también, sólo que ahí la gente era mucho más versátil, tienen ideas más caleidoscópicas. Pero igualmente era terrible. Hay círculos literarios que sólo quieren leer al Canon, es decir  autores del tamaño de Max Beerbohn, José Bianco, Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, Chesterton, Joyce, Jacobs, Leopoldo Lugones, Wilcock, Frost, Carpentier, Rulfo. Ya me entendieron. Entonces uno quiere leer a Bolaño,  Bustos Domecq, Silvina Ocampo, Rodolfo Wilcock, Cortázar, Manuel Puig, Copi, Nicanor Parra, Enrique Lihn, Gonzalo Rojas, Jorge Edwards, a ratos a José Donoso, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Juan Marsé, Álvaro Pombo, Ricardo Piglia tan respetado, César Aira, Alan Pauls y Rodrigo Fresán; Rodrigo Rey Rosa; Juan Villoro, Daniel Sada, Carmen Boullosa; Enrique Vila-Matas y Javier Marías a quien tanto disfruto; Pedro Lemebel y Roberto Brodsky. Y nadie quiere leerlos porque esos autores no pertenecen al Canon ¿Qué o Cuál Canon?. ¿Literatura clásica vs contemporánea?
También existen los grupos literarios que sólo quieren leer a sus autores conocidos y de cabecera, es decir aquellas novelas que “cambiaron su vida”. De pronto a nadie le parece mala idea y empieza la primera lectura, comienzas con Isabel Allende. Cinco meses después... seguimos leyendo la tetralogía de Allende porque la vida cambia, dicen, lentamente y no hay porqué cambiar de autores tan rápido. Existen los círculos literarios que sólo leen a novelistas o cuentistas o poetas o trabajos literarios con contexto político, sea marxista o castrista o derechista o fascista. Porque dicen, la literatura debe decir algo ¿político?, como la prosa y poética de muchos compatriotas chilenos. Imposible. Luego llegas a tu casa, te das una ducha, verificas las llamadas y ¡sorpresa! estás invitado a un nuevo grupo literario... feminista o humanista o sexista o cinéfilo, o charlas de nuestra vida acompañadas de café y claro de poesía, o cambiemos de libros repentinamente porque el libro se me cayó de la mano, o ¿quién diablos es Oswaldo Lamborghini? No quiero volver a leer a ese hijo de puta. Más de lo mismo. Como dije, esta opinión puede molestar a cualquiera, no tenemos salida, se trata de sinceridad (tanta falta hace) y de honestidad. ¿De verdad?. Si. No. Por supuesto. 
Casi me rendía y entonces, un nuevo contacto en facebook me hace una invitación ¡adivinen! Sí, un nuevo círculo literario, más bien de lectura. Integrado nada más y nada menos que de personas que no eran ni literatos, ni voraces lectores puristas, ni críticos literarios o envidiosos poetas. Quizá eso fue lo más atractivo de todo. Quizá me gusta el masoquismo. Sea lo que sea me embarqué en esta nueva aventura. La invitación provenía de Isela González (qué mujer, qué lectora, qué escritora). “Te esperamos en la cafetería que se encuentra en librería Gandhi en la estación Miguel Angel, justo enfrente de la sucursal más grande; a la siete y media de la tarde”, me escribió. Llegué por metro con algunos libros en la maleta.
El primer día estuvo bien, estaban leyendo a Rulfo, un autor mexicano. Luego leyeron a Cortázar y ahí comenzó todo. Cada visita era más calurosa y llena de preguntas y respuestas que casi siempre provenían de inquietantes personajes de este círculo. De pronto ya estaba hablando de otros autores que “cambiaron mi vida” o del “Canon” o “contemporáneos desconocidos” precisamente, como dije, “No debía hacer en los otros círculos”. Uno no entiende, se vuelve maquinista de sus demonios.
¿Qué sucedió?
Una  experiencia diferente.
¿De verdad?
¿Lo logramos?
Parece que sí. No hay duda.
Amigos míos, amigos del círculo, amigos mexicanos, amigos profesionales, amigos, hemos conformado una nueva generación. Se salieron con la suya. Yo llegué más tarde a la reunión pero lo hice, una vez más lo hice. El primer grupo envidiable de lectores y posibles escritores. Esos son ustedes, potenciales lectores con toda la capacidad de emprender un día, porqué no, una pequeña editorial o un círculo literario con sus propias reglas: sin reglas, sin canon, sin purismo, sin exhibiciones malsanas, sin presunciones. Así como lo han venido haciendo desde el principio, dejándose llevar, porque de eso se trata la literatura— un día te levantas y estas en México y al medio día en Estambul, en la noche en África o viajando por Venecia— de viajes, reuniones, encuentros, desencuentros. Se trata de vida también y quizá de enfrentarse a los fantasmas interiores y exteriores. Enfrentarse al garabato de nuestra existencia, nuestro boceto siempre formándose como dijo Kundera. O quizá sólo se trata (mejor aún) de vivir y pasarla bien entre amigos, entre libros, entre ustedes.
Les dije que terminaría bien esta opinión. ¿De que se trata la literatura?... No lo sé. Precisamente de algo de incertidumbre, búsqueda y esperanza.
Rosario, Ileana, Isela,  Javier, Claudia, Tere, ahora Silvia, Nadyieli, Judith y Néstor (otros valientes)  les mando un fuerte abrazo a la distancia y una única recomendación modesta de mi parte: No sean como muchos talleres literarios: una tontera. Hacer la diferencia no radica en los autores que se estudian o los detractores de las mesas, se trata de leer hasta el hastío sin piedad y con mente abierta.

Julio Sarabia 

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